Existimos porque alguien piensa en nosotros y no al revés

martes, 23 de agosto de 2011

Máscara.




Sigilosa espina que
abanicas con hastío.

Amarradas las acciones,
prisioneras de tu albedrío.

Condena tácita,
vinculada a un infierno.
Cruel intención,
que alimentas con tu ego.

Armadura fría,
como hielo es tu remordimiento.
Mirada vacía,
para cultivar sufrimiento.

Inteligente astucia
para engañar queriendo.
Encrucijada constante
a la contradicción de tu razonamiento.

Mutilación del alma
es tu cometido.
Hervir sentimientos
lo que siempre has querido.









miércoles, 17 de agosto de 2011

Boceto de una reflexión.



Dar paso a nuestros sentidos
dejándose seducir por ellos;
donde radica la belleza.

Exaltación de aquello
que consideramos efímero,
parte del devenir cíclico.

Colisión de sentimientos,
encuentro con lo eterno.
Energía desbordante
carente de todo conocimiento.

Puntos de inflexión sobre
los que nos mantenemos cuerdos.
Relaciones inconexas
con nuestro alter ego.

Difuminado futuro
encubierto por el miedo.





martes, 9 de agosto de 2011

Sueño.



Laberinto incandescente
que persiste en mi mente, 
tras el despertar 
de un sueño.

Intercambios de personas, 
adyacentes a la imagen
de un sentimiento.

Situaciones ideales
ocurren por 
la obsesión del momento.

Emociones que florecen
ante el error común
de que somos inactivos 
en un cuento.

Pierdo el rumbo 
al observar 
que lo imposible 
es visible 
en los ojos oniricos 
de las ondas delta 
en lento movimiento.









domingo, 7 de agosto de 2011

Al mirar tras la ventana.



Masticamos momentos
en los que desmenuzamos
nuestro pensamiento.


El tiempo es una invención
a la que nos atamos
para sentirnos más cuerdos.

Fuera se oye el murmullo
ensordecido de un deber
impuesto.

Castigamos esencia
por querer mitigar
la diferencia del resto.

Y mientras,
me pierdo en la confusión
del conticinio,
 que disfruto
cuando imagino unos besos.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Designio.



Desmesurada sensación aboga una intención,
alimentada por el intercambio de ideas
en el laberinto de la satisfacción.

Querer arder cuerdos en la somnolencia
de nuestro encuentro,
donde la desnudez nos queme
hasta dejarnos sin aliento.