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domingo, 7 de noviembre de 2010

Imagínate un lugar…



















Un lugar conocido por nombres propios tales como Nebrija o Miguel de Unamuno, incluso personas sin más que dan un toque de color a esta ciudad que por la noche se vista de gala con un color dorado, capaz de impregnar a sus habitantes y visitantes del mayor misterio y magia transportándoles a diferentes realidades. Pues sí, es Salamanca, aunque no lo parezca a primera impresión.

Puedes impresionarte solamente con su Plaza Mayor de estilo barroco, no solamente por su apariencia y estructura sino porque en ella confluye una gran diversidad cultural de personas con ganas de conocerse, pasear, divertirse y en ocasiones, de evadirse de cualquier preocupación determinante. Puedes encontrarte un grupo de chicos sentados o tumbados sin la más mínima intención de hacer algo, siempre hay hueco para los guiris que colorean su tez blanquecina con el sol en cualquier estación del año y para los bohemios con sus guitarras, lápices y papeles, o acompañados tan solo de su imaginación que les hace viajar a lugares insospechados, y por supuesto también es lugar estratégico para las novatadas de los estudiantes universitarios, que son como la viveza del color dorado que viste esta ciudad.
En ella hay lugares tan silenciosos pero testigos de tantos sentimientos, como el huerto de Calixto y Melibea siempre ocupado por parejas que le dan ese toque que hace florecer la más tímida mirada o sonrisa ruborizada.

Puedes sentarte un rato en el césped a disfrutar del olor y sonido de la naturaleza en la Playa de Anaya, al lado de la catedral, echarte una siesta si la situación lo requiere o comerte un bocadillo para relajarte del estrés que vienes arrastrando hace días o minutos. Es una vista encantadora, mirar a un lado y ver a la gente viva, mirar a otro y observar la gran catedral con su astronauta preferido, con pretensiones de llegar a la luna, sobre todo por la noche.

Nunca olvides si la visitas algún día, a la rana, sí la pequeña ranita que hace que miles de turistas se pasen unos minutos buscándola, y que si la encuentras (la mayoría de las veces con un poco de ayuda) te incitará a volver de forma casual.
Podría nombrar un gran número de monumentos, anécdotas, lugares perdidos pero muy frecuentados cuando los encuentras, pero prefiero que cada uno lo descubra si algún día puede realmente hacerlo.
Siempre hay sitio para helados de invierno, quedadas en el río acompañadas de guitarra y poesías, paseos en los que siempre descubres algo nuevo, caras nuevas, lugares estratégicos plasmados en fotografías, y un sitio especial para el violinista y su amigo el perro que aporta la BSO a la ciudad dorada, pudiéndote transmitir algo tan indefinible.

Pero lo mejor de todo, es que esta ciudad se ha hecho un huequecito en mi vida, ha sido capaz de definir un punto de referencia, de dibujar tantas sonrisas, cobijar alguna que otra lágrima, crear ilusiones y respaldarme de tantos momentos, que es imposible borrarla.

Salamanca 

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