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domingo, 11 de septiembre de 2011

Restos de una huida.



Siento agonía al contemplar
como te llevaste mis impulsos
más primitivos cuando marchaste
tras la tormenta.

Siempre te ha gustado más
la calma de la marea,
que enfrentarte a la furia
de las olas cuando rompen
en la arena.

Me arrebataste la ilusión
con la que jugaba para
mantenerme despierta.

Se desvaneció el motor
de mis instintos,
la chispa acontecida
que ardía por mis venas.

Solo quedan deshechos
de lo que fui,
mis vísceras han quedado
secas.

Y aun, aseguras,
que algún día
me las devolverás,
con total certeza.

Pero para ello,
tengo que deshacerme
de la tormenta.

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